Le remorqueur du champs de Mars. Robert Doisneau.
De pie en mi patinete me remolcabas con la fuerza de tus piernas. Me dijiste que me ibas a llevar a Marte donde se andaba del revés, la cabeza en el suelo y los pies en las nubes. Me pareció divertido.
Al cabo de un rato y como nada había ocurrido, te chillé que eras un mentiroso.
¡Qué impaciente eres!, ¡no ves que estamos rodando! me contestaste.
Aceleraste el pedaleo y con él tu respiración. Unas gotas de sudor resbalaban sobre tu nuca enrojecida por el esfuerzo. La brisa se convirtió en viento, sonaba a borrasca al rozarme las orejas. Mi pelo, que hacía un momento cosquilleaba mis mejillas, se transformó en estela.
El paisaje empezó a emborronarse, la cabeza me daba vueltas, me reía sin parar y con tanta fuerza que volviste la cabeza con una sonrisa orgullosa impresa en tu rostro. En el iris de tus ojos vi como mi cabeza giraba como una peonza hacia el suelo mientras mis pies hacían lo mismo en dirección a las nubes. Volábamos tan alto que la Tour Eiffel, desde cuyo primer piso nos asomábamos a menudo, asfixiados de vértigo, parecía una punta de alfiler despuntando de un pajar.
Tropezamos con un pedrusco. El brillo de la mica me deslumbró como el de la roca desde donde mirábamos el mar, las tardes de verano, callados y solos; en este mismo momento gritaste, ¡ Hemos llegado!, soltando los brazos del manillar y levantándolos en señal de victoria.
Aterrizamos bruscamente. El sol agarrado a los rayos de la bici giraba como una cometa. La Tour Eiffel inclinó su cuello para observar de cerca un minúsculo asteroide donde Adán y Eva andaban haciendo el pino, la cabeza al ras del campo de Marte y las piernas en las nubes.
Robert Doisneau. Distorsion optique.
Yo siempre ando al revés, así que no me choca lo que escribes.
Me gustan muchas líneas, pero elijo una: «El sol agarrado a los rayos de la bici giraba como una cometa».
Las fotografías, como siempre, magníficas.
zambullida, de pequeña me divertía haciendo el pino, pero ahora me resulta imposible! En cuanto a la imagen del sol que se cuela entre los radios de la bici la tengo gravada en la mente. En cuanto a las fotografías de Robert Doisneau respiran vida.
Anne, elegiste una fotografías estupendas, las letras manejan un tiempo, una situación, sentimientos… “Cosas locas” que tienen belleza, además no tradicional, eso es bueno¡
Un beso, te felicito de verdad¡
C.
Carlos, voy a poner más fotos de Doisneau, son muy bellas, en cuanto a la escena, como soy un poco, mucho, niña, no me resulta dificil escribirla. Me alegra que te haya parecido bueno el relato.
Un abrazo,
He llegado justo para observar a esos niños que juegan a vivir de la manera mas bella. Que pieza tan fresca, agua corre en cada palabra y nos transporta en miklesimas de segundo a un paraiso que parecería que fue hace unos momentos. Imagenes que como máquina del tiempo te hipnotizan y te ves y ruedas te v es y das de vueltas como un trompo que no mide ninguna distancia y al mismo tiempo camina y corre… Excelente , tiene tu estilo un beso y un abrazo Rub
rub, siempre encuentras un adjetivo que me gusta:fresco, me encanta para definir este texto. Te agradezco tu comentario de corazón, amigo Rub y te mando un abrazo.
Mirad que finalmente no os ha mentido, pues en alguna forma, con los pies en las nubes y la cabeza en el suelo habéis terminado, vos siendo Venus y el Márte.
Abrazo.
Ericka, además frente a la tour Eiffel hay una esplanada que se llama el campo de Marte, deseaba facilitarle la tarea al niño! Muy bonito lo de Venus y Marte, gracias!
Un abrazo,
… yo, una vez, tuve una experiencia parecida… no era en Marte, ni estaba la torre Eiffel de testigo, pero una cicatriz de cinco puntos encima de mi ceja izquierda da fe de ello…
Rafael, no sé que me da que los dos miramos más a los demás que a nosotros mismos y más al cielo que al cemento!
Me encanta el texto y las fotos son increíbles. Esos niños jugando a alcanzar nuevos mundos. Ay quien pudiera recuperar aunque solo fuera un momento tanta inocencia. Un saludo
Concha, quien pudiera disfrutar de nuevo la edad de la inocencia! Gracias y un abrazo,
Precioso, me encanto el paseo en esta patineta, cruzando parte del universo, y la tierra. Muy poetico y romantico.
Un abrazo!
Flori, me gusta cambiar de registro! La vida es cruel y bella.
Gracias y un abrazo,
Me ha recordado a «El Principito», pero en versión amorosa. Una deliciosa historia de sobremesa.
Saludos.
Alan, nada me podía gustar más que recordarte, aunque muy lejanamente a Saint Ex! Gracias.
un saludo,
Anne; primero, pedirte perdón por abusar de tu espacio.
Segundo, que si crees no debes publicar este comentario, (cortar o simplificar el mismo) cap problem, entendería la supresión, de aquí estas letras.
Este escrito lo titulé en su día «Las bicicletas son para el verano» por mi admiración al desaparecido Fernando Fernán Gónez, en una fecha ya lejana en el tiempo.
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Las bicicletas son para el verano, en ésta estación del tiempo, éramos tantos primos los que nos juntábamos para vacacionar, que no había bicicletas para todos. Trasladar ésos días al hoy, el problema quedaría resuelto. Hoy no es que las casas tengan una bici para cada visitante, pero sí que están acondicionadas con su cocina y agua y electricidad, y no es menester coger la bici para acarrear piñatas y agujas de pino para la lumbre.
Así que en aquél verano me agencié la bici que descansaba en el suelo del corral. Era una bici sin barra horizontal, las que se decían que eran de chica. Pero era la única libre y además le faltaba aire a la rueda delantera. Poner aire fue fácil, lo complicado era manejar el manillar y comprendí el porque descansaba en el suelo. No porque le faltara aire, sino porque era “brava” y rebelde como una potrilla. Por supuesto tampoco le iban los frenos, así que, o frenabas con el pie, o , frenabas contra algún obstáculo. ¿ Adivináis cual fue mi obstáculo final de trayecto y frenada?, ni en sueños lo acertaríais. La bici ya me servía para mis huidas cercanas del pueblo y mis huidas a visitar familiares o las mismas calles del pueblo. Igual me iba por detrás del Palacio, una calle sin nombre para mí, a ésa calle daba el corral o cocheras de Sotero y me enfilaba por ella hasta llegar por la calle de la Capilla y cercanías, ( puede ser calle de los Ángeles? ) donde frenaba contra la pared en la casa de mi tío Miguel (Botellín), mi tía Segunda hacía la señal de la cruz, como diciendo : Jesús, éste chico, se va a matar.
Lo más divertido era cuando llegaba a la Plaza. San Nicolás, aquí hacia otra parada y asomaba mi diminuta cabeza en la tienda de mi tío Jandro (Alejandro) y tía Sarito. A veces caía un pastelito y a veces no, pero bueno, tampoco fui nunca un goloso. Subía y atravesaba la plaza y bajaba por la calle del Tostao. Bajar con la bici por ésta calle, ya eran palabras mayores. Pero como la procesión va por dentro, no soy ningún héroe y la bajaba en dos estaciones o paradas. Sin dar pedales me llegaba o me empotraba contra la casa de los “Melas”. Si unos ojos estaban al otro lado del cristal, salía la persona de los ojos y me ofrecía agua o preguntaba por la familia. He de deciros que la Sra. de Mela, es la madrina de mi madre. A mi madre le pregunté – cosas de jovencitos- como es que tenía una madrina tan “agarra” “tacaña” (que me perdonen los familiares, pero es como lo veía un niño de 12 a 15 años). Me explicó la pequeña historia que mis abuelos maternos (a los que no llegué a conocer y por lo que me cuentan, debía ser unas personas sencillas y educadas) trabajaban en casa de los Melas y que mi abuelo era muy amigo del cura, que a la vez era otro Mela. Si coincidía unos días de verano con mi madre, íbamos a visitar a su madrina y sí que entonces nos preparaba, o , le preparaba café y galletas y bollos a mi madre. Ellas hablaban y yo comía ésos bollos, que escribiendo ya se me hace la boca agua.
Bueno, prosigamos con la bici y última etapa de parada. Y preparaos porque llega el momento de que adivináis contra que frenaba en mi última “etapa”. La siguiente parada era ya en las Monjas, o sea que, por suerte; entrando en el llano y pasando las escuelas y cruzando el pozo artesiano, no me llevé por delante a nadie y ningún tractor o mula se interpuso en mi camino. Pero ay amigos, ya sabéis que pared con pared de las Monjas, existía el cuartel de la Guardia Civil. Tranquilos que no frené contra la pared de la benemérita. ¿Contra qué o quién frené?. Cuento : en el portalón de las Monjas, siempre había buena sombra y mis primos (los de mi tío Antonio, ya que hoy día vive la familia de mi tío Luis) pequeños ellos jugaban con otros niños en ése portalón. En eso que un niño vacila entre caminar a derecha o izquierda, y yo que vacilo entre izquierda y derecha, y que narices, pues eso, que frené contra el niño. Parece que oigo los lloros del chaval y corriendo directo se dirige al cuartel. Piernas para que os quiero, dejé la bici en el suelo cerca de la pared, y me escondí en mi cuarto secreto de los pasillos del convento. Uno de ésos cuartos tiene o tenía una ventana galería que da a la misma plaza del Cristo y desde allí y casi sin respirar, observé los movimientos y oí las voces tropezándose unas con otras. Salió el niño cogido del brazo de su padre, guardia civil. En la sombra del portalón sólo quedaban unas niñas del cuartel y mi tía y nadie atinaba a saber que había pasado, excepto el niño que explicaba en llanto el atropello sufrido.
Me tomé mi tiempo, las chicharras anunciaban la hora de comer y ya oteado el horizonte y sin moros en la costa, salí de mi escondite y entré en casa de mis tíos. Mi tía preguntó que había pasado y yo le contesté que qué, que a qué se refería. Se echó a reír y me dijo que si fui yo quién “embistió” al niño del guardia civil. Le dije que no, que cuando llegué puse la bici recostada en la pared y seguramente y al no tener barra horizontal, debieron de intentar subir a la bici, resbalando la misma de la pared y cayendo sobre el pie del niño.
Siento el dolor de ése pie descalzo. ¿ A que no adivinasteis mi obstáculo de frenada?.
Al llegar al 161 de la ronda San Nicolás, ya los platos estaban en la mesa, y como era “forastero” y además Manolín, el catalán, (jajajaja, hoy día me río de tal frase. En Catalunya era el castellano; al llegar a mi pueblo era el catalán).nunca el grito salió de ninguna boca para corregir el horario.»
Germán, he leído tu escrito sobre las bicicletas de verano con mucho agrado. No invades en absoluto mi espacio, todo lo contrario: internet nos proporciona la posibilidad de interactuar, de dialogar, de que un texto, una obra de arte, una instalación nos inspire, no desperdiciemos esta oportunidad. Yo soy la primera en hacerlo inspirandome en fotografías y cuadros. Este es tu espacio siempre y cuando lo desees.
Un abrazo,
Como me gustaria a mi ser arrastrada por esta bicicleta y sentir que la torre se inclina a nuestro paso.
Buen relato que embellecen si cabe más las fotos.
Salut
Gracias micromios, nostalgia de la infancia y de sus mundos inventados!
Un saludo,
QUe belleza!!! tiene toda la candidez, la fantasia, la evocacion, el juego de imagenes, de palabras. Tomas todo los elementos de la foto y los pones a rodar conjugando las palabras, juntandolas armoniosas, trocandolas juguetonas. Marte, la torre, el sol… invertir todo en un juego de fantasia y realidad.
Hoy he leido grandes cosas.
Un abrazo, Anne.
Ana Maria, en este escrito recobré por un instante mi mirada y mi corazón de niña. Gracias y un gran abrazo.
Sentí que la mujer q iba en los patines era una retrospecccion mía en diez años
Viviana, es un premio para mi haber suscitado este sentimiento en ti. Gracias por comunicármelo.