Navegar como una niña, dejar el mundo amarrado en la costa, no tener consciencia ni del mal ni del dolor que genera, ser inmune al miedo y lanzarse hacia el horizonte, abarcarlo redondo bajo la piel, ser el viento que hincha la vela, su sonido que desgarra, avanza y se calma hasta ser arrullo de pájaros, no cerrar la persiana cuando llega el anochecer sino ser fogata de sol en su ocaso, todos los poros encendidos, y, con mirada fija, invocar al rayo verde hasta que el universo se abra como una naranja, hasta ser capaz de pelarlo con una navaja blanda y saborear su jugo como si fuese la primera mañana de todas las noches.
Emil Nolde.
Magnífico escrito, no sólo por su belleza intrínseca sino también, y muy importante, por la manera de reflejar el «espíritu» de la navegación. Tu página del diario no desmerece en absoluto la extraordinaria acuarela del maestro Nolde.
Un cordial saludo
Muchas gracias, J, de parte de Ana A que en vez de sangre tiene agua de mar en las venas. Lo del diario me halaga, y mucho, pero Nolde es, afortunadamente, inalcanzable. Muchas gracias por comentar.
Un abrazo.
Eres toda poesía… y Ana se nutre de ella. Cada imagen poética llena de encanto su diario, su vida.
Y tú, Ana, toda generosidad. Querida Ana agradezco tus visitas y tus comentarios de corazón pero entiendo muy bien que leer mi blog a diario es una pesadez.
Te mando un cariñoso abrazo.
…y Ana A, otro!
Cuántas imagenes nos regalas. mujer de sal, de ola y de viento, te abres como ola depositada a los pies de la arena. Gracias por este regalo de poesía que no das. Beso Rub
Cuantas muestras de amistad me regaláis. Una delicia de comentario querido rub.
Un abrazo
me encantó por sobre todas las cosas la idea del mundo amarrado a la costa, aunque sin dudas no hay niñez libre sin naranjas….
La niñez bien vivida es pelar una naranja y comérsela a mordiscos, creo. Gracias por comentar, Carola.
Un abrazo