Para: ti
Enviado: 26 de Agosto del 2010
Asunto: Insecto
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Estoy asombrada. No entiendo como un insecto, llamado pez plateado y cuya función consiste en comer papel, me ha podido llevar de la plenitud al marasmo. Quizá me lo puedas explicar.
Ayer estaba frente al mar, un viento fuerza ocho raspándome las orejas, los brazos abiertos comulgando con la espuma de las olas, la pureza salada del aire, el azul infantil del cielo. Integrada en un todo, mi vida despegaba con tal intensidad que ni la muerte podría parar su vuelo.
Hoy me despertó el silencio. El silencio de las vigas de madera del techo y el de las raíces de los pinos comprimidas bajo el granito. Detrás de las persianas, el mar y el cielo estaban fundidos en una chapa tan lisa, que estuve a punto de volver a cerrar los batientes.
No lo hice pero me fije en un grabado colgado en un recoveco cercano a la ventana. Un grabado muy antiguo que ya adornaba el dormitorio de mi bisabuela y al cual no había prestado atención desde el verano pasado. Mis ojos se detuvieron encima de una mancha oscura. Me acerqué. Un agujero dentellado perforaba la lámina. Un insecto diminuto, color plata, coleaba, pegado en sus bordes. Me habían hablado de unos insectos, comedores de papel. Con gesto automático, mi mano lo quiso aplastar. Se topó con el cristal. Incapaz de soportar la visión del bicho destruyendo metódicamente una imagen tan ligada a mi historia, despegué el cartón trasero del marco, dispuesta a eliminarlo. Al sacar la estampa de su estuche, se deshizo encima de mis rodillas. Caliste y Edmond, amantes de leyenda, muertos al alcanzar la cima de su castigo y devueltos a la vida por mujeres encadenadas a una ilusión, se desmenuzaban a mis pies.
Fui a tirar el grabado al vertedero municipal. Encima del hangar oxidado, decenas de gaviotas esperaban, inmóviles y mudas.
Hasta pronto bajo el sol,
Anne