Perro semihundido. Goya.
Era un domingo por la tarde.
Era un hombre que paseaba a su perro por los senderos del Retiro. Senderos con el mismo olor a humus que respiraba antaño en los valles de su tierra. Andaba a paso ligero (había sido corredor de fondo) y aunque la nicotina iba atascando sus pulmones (lo confirmaban la radiografías) le gustaba poner su cuerpo a prueba.
Era un perro viejo que seguía a su amo, hacía tiempo que la correa lo dejaba sin aliento… la correa y algo más… un hueso o quizá una piedra que se hubiera tragado sin querer y que día tras día extendía sus raíces dentro de sus pulmones, como lo hacen las raíces de los nenúfares en aguas pantanosas. Un perro que, de repente, sintió un dolor intenso en el pecho y se derrumbó sobre el suelo a pesar de la correa que lo estrangulaba del todo.
Era un hombre, que al sentir una traba entorpecer su paso, se paró en seco, se dio la vuelta y al ver a su perro tumbado sobre el camino, patas arriba, corrió hacia él y se inclinó justo a tiempo para recoger la última mirada de su compañero, una mirada llena de dulzura y de empatía.
Era un hombre, que al ver a su perro muerto, lo dejó en la cuneta. Volvió a su casa por los paseos de asfalto, corriendo entre la muchedumbre que lo ahogaba… la muchedumbre y algo más, una corriente glacial que día tras día lo aspiraba en el abismo hueco de su cuerpo por mucho que se empeñara en mantenerla a distancia.
Era un hombre que, al llegar a su casa, donde nadie lo esperaba, se desplomó encima del sofá, un pitillo en la boca, el mando de la tele en una mano y una cerveza en la otra. Mientras se concentraba en no pensar en otra cosa que en el partido de football que se desarrollaba sobre la pantalla, el abismo que tenía dentro lo succionó de un lengüetazo helado.
Era un moribundo, que no vio, como dicen que se ve, las secuencias de su vida rebobinarse a toda velocidad. Solo vio la escudilla de su perro. Claro es, que se pasó la vida corriendo (huyendo, decían los que lo quisieron).
No resulta fácil filmar a una persona que atraviesa la vida de forma tan rápida y mucho menos seguirlo, suspiraba a diario su perro con la lengua fuera.
Con intensidad, pero al mismo tiempo breve hilas una historia paralela entre el perro y el dueñno. El dueño acusa trastornos de soledad y también de ser insensible a la muerte del perro, como si presientiera que la vida de él no tenía mucha cuerda. como siempre una prosa clara, sencilla. El era que persiste parecerían campanadas que se repiten… Un abrazo querida amiga Rub
Rub, he querido expresar que el perro es una víctima, pero una víctima que consiente a serlo por amor. Quiere a su dueño y es el único ser querido que le aguanta y el único que le queda. En cuanto al dueño lo hago huir porque hay seres que huyen delante de las ataduras, de la muerte, del dolor o simplemente delante de la verdad. Creo que lo que he querido expresar es complicado y me ha salido un tanto embrollado! Me ha gustado tu lectura, diferente, y me siento satisfecha.
Un abrazo,
Le leí a mi perro Pancho tu relato, él me miro y me dio a entender su pena por el can de esta historia… “Pobre, quedo tirado en la cuneta”
Anne, tu relato es buenísimo me dejo semihundido en la historia, la realidad de tus letras se hacen carne, porque a veces la realidad en la vida real supera a la ficción refiriéndome a la vida de los canes…
Un abrazo y observo que el otoño te inspira bien¡ Tú tinta azul todavía no ha perdido el color original…
C.
Carlos, me encanta que le hayas leído la historia a Pancho. Como lo conozco en fotos, estoy segura que moriría por ti, de la misma manera que estoy segura que no lo dejarías tirado en la cuneta. No me parece que seas el tipo de hombre que huye de su vida.
Un abrazo… y me encantó la postal. Me hizo mucha ilusión.
Anne
muito bem a leveza da escrita. Tem uma cadência que nos leva como a passada corrida do «perro» ao acompanhar o homem «huyendo».
Turner deve ter visto este quadro de Goya.
Xico,
Te agradezco haberte fijado en lo de la cadencia! Deseaba reproducir el efecto de un paseo!, así que me siento muy satisfecha! El cuadro es una maravilla! De hecho figura en la lista de mis cuadros preferidos. En cuanto a lo que me comentas de Turner, me dejas pensativa…
Un abrazo,
La clave está en la empatía, me parece. Es la relación que junta al hombre con el perro. Ni hueso ni piedra. El hombre estaba mal y su abismo interior debió ser lo que finalmente se le atravesó en el cuello al pobre animal. Ellos, a su manera, entienden mejor a los humanos que nosotros a nosotros mismos.
Abrazo!
Blopas, cada vez estoy mas convencida, y no me refiero a mis escritos, seria muy pedante!, que cada uno encuentra en la lectura lo que desea hallar en este momento. Es mi sentir de lectora. En cuanto a los perros, estoy muy de acuerdo contigo.
Un abrazo,
Anne, tu última respuesta (a blopas) da en el clavo. El lector siempre recrea en su mente lo que lee, sobre todo cuando lo hace suyo porque le gusta. La lectura siempre es una interpretación, como la contemplación de una pintura (a mí también me entusiasma esa de Goya que has elegido) o el poso que te deja en el alma una buena película o una pieza musical disfrutada.
Estoy de acuerdo en lo del ritmo, es casi cardiaco (y esa podría ser una segunda lectura, quizá subliminal). Además, tu historia parece un guion de cine mudo con subtítulos (y lo digo en sentido positivo, porque soy un gran amante de los inicios del cine, de eso tan difícil que consiste en transmitir sentimientos sólo con la gestualidad y la expresión facial).
Tu historia es terrible, trágica, porque ese hombre no sólo huye de sí mismo y de la vida, sino que no es consciente ni siquiera de vivir, como si fuera un autómata. Uno de los innumerables autómatas con los que uno se cruza todos los días por la calle.
Te felicito.
Albert, así lo pienso: el lector recrea en su mente lo que lee y hasta tal punto que (me lo dice mi experiencia de lectora) se puede interpretar un libro de manera muy diferente, dependiendo del momento anímico, de la edad, de la experiencia vital… Y en efecto he querido recrear la vida de un hombre que vive su vida sin pensarla, por miedo, comodidad, egoísmo… No da a entender que puede amar, pero ama, ama a su perro y huye de su muerte porque no la puede soportar, por ser de alguna manera responsable de ella.
Te agradezco y valoro tu comentario tan «currado».
Un abrazo,
Hola, Anne! A mí me impacta la coincidencia de destinos entre el hombre y su perro. Los dos acaban en la cuneta. Hermosísimo el cuado de Goya, tan enigmático y luminoso. ¿Qué estaría sintiendo ese otro perro? ¿Parece que albira su futuro?
Maite, gracias! Para mi, en los ojos del perro se lee mucha soledad… y mucha humanidad. Aunque sé que no es la interpretación académica, a mi siempre me pareció que se agarraba a la belleza dorada del mundo antes de caer en la oscuridad del abismo más negro.
Un abrazo,
Perdona, pero yo también voy a escribirte lo que, tu hermoso relato, me ha transmitido.
El perro amaba a su dueño, le seguía hasta con la lengua fuera, pero creo que el hombre le amaba a su manera. En sus últimos momentos, sólo acertó a ver la escudilla de su perro
Le amaba, aunque él no lo supiera
Un abrazo querida Anne.
Mercedes es lo que deseaba expresar: el perro amaba a su amo y lo sabía, el amo amaba a su perro sin saberlo. Puse la escudilla en el último plano, por esta razón y por poner en evidencia la soledad del hombre.
Un abrazo querida Mercedes,
Me ha emocionado este relato de una vida de un hombre sujetada por una correa, la relacion entre el perro y ese amo que paso la suya corriendo. Y en final de un dramatismo que encoge el alma. Un saludo
Concha, pues a mi me gusta esta expresión tuya»vida de un hombre sujetado por una correa»! Lo malo es que nuestras cadenas suelen ser invisibles y, o complicadas de desenredar. Gracias Concha.
Un abrazo,
http://1cruzdelsur.wordpress.com/2011/01/12/observar%e2%80%a6/#comments
Gracias, Carlos. Un abrazo para ti y otro para Pancho
El final, como dice Concha, encoge el alma. El cuadro de Goya es espectacular, no lo conocía.
¡Pobre perro, pobre hombre!
Me alegro haberte dado a conocer el cuadro de Goya!
Un abrazo,
Un relato que mueve los sentimientos y exige una segunda lectura. saludos
Gracias minicarver!
un abrazo,
Muy interesante el juego que has realizado con los dos protagonistas. Me ha resultado angustioso.
Además, has elegido para representarlo (¿Y también para inspirarte?) uno de mis cuadros favoritos, clave en la historia de la pintura, pues anticipa como ningún otro el arte abstracto, muchos años antes de que nadie se atreviera a imaginarlo. Pero es que Goya era Goya, claro.
Saludos.
Alan, deseaba que fuera un poco agobiante, así que bien! El cuadro de Goya es uno de mis preferidos, un anticipo del arte abstracto, me he inspirado en él para este relato y creo que me podría inspirar muchos más. A quién no?
Un abrazo,