Graffitis en el Soho. Primera parte.

Bansky

Primera parte

¡Largo de aquí gandul!
Pedro García Toledo no se movió. Estaba profundamente dormido y la voz no lo alcanzó, pero sí el empujón brusco que lo propulsó al suelo. No entendía lo que pasaba, no sabía dónde estaba. Tenía la boca seca, la lengua hinchada. El impacto de un bulto tirado sobre su estómago le arrancó un quejido. Cuando intentaba abrir los ojos, una tela rasposa le cayó encima de la cara tapándole la vista. Al empuñarla para quitársela de encima, la identificó como la de su chaquetón marinero. Tres individuos, con cara de pocos amigos, se habían sentado en los asientos donde se había quedado dormido. Pedro recogió su mochila que se había deslizado del estomago al suelo, y optó por la retirada.
Le costó identificar el sitio donde se encontraba. Los nuevos fármacos le producían modorra. El aeropuerto estaba abarrotado, abrirse paso entre la gente tirada por el suelo, sortear las colas que empezaban en las puertas de entrada para terminar en los mostradores, rozaba la odisea. Una pregunta lo dejó clavado ¿Que estoy haciendo aquí? Pedro no recordaba haber proyectado ningún viaje. Por la cremallera de la mochila, asomaba un trozo de papel, tiró de él. Era un billete de avión para Londres. Se alegró un momento al averiguar su destino para verse sumergido al segundo siguiente, en un abatimiento profundo al no conseguir recordar el motivo de su viaje.
Necesitaba un par de cafés. Compró el periódico. Mientras sorbía los expresos le sobresaltó la fecha impresa, 21 de abril. Acababa de leer en el billete que su salida a Londres estaba prevista para el 19. Algo no cuadraba. Cuando al hojear el periódico vio las fotos de la erupción volcánica, de la nube de humo, de decenas de aeropuertos europeos colapsados, recobró parte de la memoria perdida. Al llegar a las páginas culturales y leer que la inauguración de la exposición del pintor novel, Pedro Toledo, en una galería vanguardista del Soho, estaba siendo un éxito, se le escapó una carcajada. No volvería a tomar pastillas en su vida, le dejaban el cerebro como un colador. Al irse, dejó encima de la bandeja sus frascos de medicinas junto a los vasos de plástico.
Por la tarde empezaron a salir aviones. Pedro no tuvo suerte. Tuvo que esperar un día más para poder despegar. Al llegar a Heathrow le tendió al taxista un trozo de periódico arrugado con las señas de la galería.
El frenazo del taxista al llegar al lugar del destino sacó a Pedro del sueño donde había vuelto a caer, vencido por el cansancio. Cuando fue a sacar la cartera del bolsillo de la mochila, solo encontró el billete de avión. Abrió la mochila de par en par y empezó a revolver el amasijo de ropa sin éxito. El taxista gruñía. Nervioso, Pedro palpaba los bolsillos del chaquetón, de los vaqueros. Se tenía que rendir a la evidencia. Había perdido la cartera. El taxista se había dado la vuelta. Su rostro se asemejaba más al de un Pitbull a punto de atacar que al de un inglés flemático. Su expresión cambió al ver el reloj que Pedro llevaba en la muñeca. Lo señaló y con el puño golpeo el cristal que los separaba, de forma tan violenta que Pedro se quitó el reloj ipso-facto y lo deslizo por la abertura.
Pedro estaba con un pie en el estribo y otro en el suelo cuando el chofer arrancó. Cayó de bruces en la calle con tal mala suerte que su barbilla fue a dar con el canto de la acera provocando una brecha de donde manaba un hilo de sangre. Al incorporarse y ver su obra favorita “Figura sobre fondo rojo” expuesta en el escaparate de la galería, saltó de alegría y todo rastro de cansancio, dolor o contrariedad, se esfumó de su mente. Unas cuantas zancadas le bastaron para cruzar la calle y dos más para llegar hasta la puerta de entrada y empujarla.
Nada más verlo entrar, la galerista, después de esbozar una mueca de repugnancia, hizo un gesto al guarda de seguridad para que echara a la calle al homeless que se había atrevido a franquear las puertas de su establecimiento.
Pedro, a pesar de haberse presentado de manera formal con un punto de grandilocuencia, fue eyectado a la calle sin miramientos. Detrás de la puerta acristalada cerrada a cal y canto, la dueña giraba el índice sobre su tímpano con sonrisa despectiva.
El único rastro que quedaba de Pedro en la galería, cuando dos policías le obligaron a alejarse, eran unas gotas de sangre encima de la tarima y sus cuadros colgados de la pared.
(Continuará)

23 comentarios en “Graffitis en el Soho. Primera parte.

  1. Que bien escribes Anne. Cuánta razón tiene Charradetas. Pobre Pedro ¡con tanto infortunio junto! Me dejas intrigadísima …
    Un saludo.

    • letras, gracias. a decir verdad yo también estoy muy intrigada…a ver como me las apaño para que la segunda parte no sea un rollo!
      un saludo,

  2. No lo será. Estoy segura de ello. Tienes talento y te desenvuelves divinamente en contar historias por partes. Me muero de ganas por conocer el destino de este pobre hombre.
    Esperando el desenlace, hago cávalas sobre su final.
    Un placer leerte.

    • pipermenta, gracias, pero que sepas que soy muy contreras, basta que me digan una cosa para que haga otra! Un placer tenerte de lector.

  3. yyyyyyyyyyyy???????
    Por Dios doña Anne, ¿¿cuál es el gusto de torturar a estas pobres criaturas lectoras con su intriga y su suspenso??. Casi como los comerciales en las pelis clásicas de la TV. No hay derecho, pero qué diablos. Aquí esperaré, que se termine el comercial y venga la otra parte :).
    Un abrazote

    • Te diré, querida chrieseli, que eres parte activa en el hecho de ¿¿¿¡¡¡torturar a unas pobres criaturas!!!??? por el hecho de haberme sugerido dejar cobrar corporalidad a los personajes bajo el impulso de la pluma! Lo que pasa es que, como tengo costumbre de escribir relatos muy cortos, lo tengo que hacer en varias veces. Y además mi pluma está un pelín gastada!
      Un abrazo,

  4. Dear Anne… Buen inicio, bien ubicado en el tiempo de un evento reciente que le da bastante realismo, además de pintar muy bien al protagonista como un artista «Contracultura», seguiremos…
    Saludos

  5. Veo que te has aficionado a dejarnos colgados hasta el proximi texto inundados de ansiedad por conocer que le va a pasar al pobre Pedro. Me gusta especialmente que le echaran de su propia galeria. Muy ingenioso. Espero más

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